miércoles, 27 de octubre de 2010

Lobotomía



Por Paul Citraro
Para un habitante pueblerino que tiene el andar de las palabras sordas, llegar hasta el Campus Miguelete de la Universidad de San Martin, es como subirse al Mayflower. Luego de cabalgar cuatrocientos kilómetros de llanura en Chevallier, viene el saltito al tren que sale de la estación Retiro hasta que aparecen los cuatros cobertizos gastados y encastrados que anuncian la parada inevitable: Estación Miguelete. A pocos metros, un molde tortero con diseños arquitectónicos parecen decir: “Aquí se bifurca el pensamiento”.
Todos los días Lunes a partir del 27 de Setiembre a las 16 hs. y durante ocho jornadas, la Universidad de San Martin (UNSAM) le abre las puertas a la sociedad. Alumnado, docentes y Visitantes Bárbaros, invaden las instalaciones educativas con un fin en común: El cruce de pensamientos.
El pasado Lunes 18, Fernando Peirone (Coordinador General de los encuentros), abrió la jornada presentando generosamente a quien suscribe y dejando rodar la pelota que llevaría atada al pie durante ciento veinte minutos el invitado de turno, Hugo Lobo. Trompetista de oficio y fundador de la banda de ska Dancing Mood.
Cada frase del músico es risa de alegría, alegría de sentimiento sincero. Como Clifford Brown, sus solos lingüísticos son sencillos y directos, en forma de espiral, desde afuera hacia el centro para después volver al espacio abierto. Busco las riendas del olvido… parece querer decir al mencionar la importancia de las Orquestas de Jazz comandadas por Duke Ellington o Count Basie. Hay menciones a la sensata locura de los creadores que cobra sentido en el deleite popular. El bailongo. La información que adquiere el cuerpo.
Y por ahí entramos, para descubrir el erróneo momento en el que aparecen los fuma pipas del análisis elitista. Y en medio de ese guiso de botones agrios, la intención, es devolverle el carácter original al género, que cobra sentido en la monada que lo cabriolea. Aparece Hugo Lobo, pero con el traje cambiado, haciéndose entidad y liderando el ejército de dopamina que se resume en las palabras Dancing Mood.
Esa ceremonia, reúne dos sólidos argumentos en juego permanentemente: sujeto y predicado. Hugo Lobo y el público.
Gira en ese hueco hermoso de la memoria colectiva una función expresamente didáctica en la conciencia del trompetista. Es ni más ni menos que la devolución y el asentamiento. Un irremediable talón de facturas bajo el brazo que trae al ska como excusa. Desde ese lugar común que todo el mundo cree a pie de juntillas como una fracción más del híbrido-rock, el mensaje es: nada podrá divorciar lo que la música logre soldar. Y en esta convivencia de tensiones que cruzan la historia de un país, aparece Lobo. Oportuno. Dueño de las cualidades que se centran en la compresión absoluta del estilo que trabaja con alma de obrero. Con temple de boxeador. Con códigos de barrio.
En primer lugar, Lobo es poseedor de un conocimiento categórico del Ska y de los aspectos melódicos que se multiplican en un efecto a modo de propulsión. Está claro, encontró la llave que abre las puertas de las almas silenciadas. Hay que saber putear tan apasionadamente desde una melodía… El jazz, el rock, el Ska… ¿a quién le importa? Si en fin, la música no es un terreno válido para las vilezas. Es decir, la independencia y superposición entre el arte y aquel pedazo de realidad que siempre nos humilla, debe considerarse campo sagrado. Aquí no hay juramento hipocrático que valga. Aquí hay una convicción palpable de un instrumento brillante entre sus manos. Un instrumento que suplantaría las carencias de formas humanas (propias y ajenas, vestidas y desvestidas). Y traería un poco de razón a la mente perturbada por el onanismo reinante del rock. Y hasta podría arriesgar la siguiente hipótesis: detrás de esa columna de aire, se despegan nuevos modelos que podrían pisotear la desilusión más profunda de cualquier rockero descreído. Sobre esa base de sensibilidad y conocimiento musical, Hugo Lobo ha borrado ciertas fronteras. Ha aumentado los márgenes de tolerancia. Estéticos. Sociales. Tribales. Humanos. En un ejercicio permanente de la expresión libre, en la permanente búsqueda e intuición de la felicidad por expresión de todo cuando chorrea y pugna por salir.
A ese mazazo reflexivo se refiere cuando dice “flasheo hasta con el pibe que se me acerca y dice; compré un disco de Duke Ellington y toca un tema tuyo”.
Quedó en claro que Count Basie ya no se desternilla en risa y pura indulgencia sobre las nuevas huestes que transitan ese viejo camino asfaltado. En medio no había que recuperar nada porque nada se había perdido. Sencillamente había dormido en estado latente. La pericia, consistía en recuperar el acervo allí donde había sido abandonado, en agitar las aguas para que una nueva oleada permitiera incorporaciones que hasta el momento eran inusuales en Argentina: el Ska, como un nuevo lenguaje común. El cuerpo del jazz necesitaba un latigazo. Y como los cuerpos de quienes lo escuchaban, quizá se tratara nada menos que de readmitir la llamada raíz popular que siempre estuvo al alcance de la mano. Imagino a Carlos Sampayo, en algún lugar del mundo sonriendo, tras una nueva escucha atenta de los 78 rpm.
Las preguntas vienen de las respuestas de Hugo Lobo. Y por la posición de sus ojos en el mundo –que los epitafios me sobreentiendan– pactar por 2 mangos con el mercado discográfico, sería como firmarle los papeles al diablo. Lobo canta las cuarenta y falta envido. Parece decir en tono autorreferencial; la verdad tiene pocos amigos y los pocos amigos que tiene, son suicidas. Y aguante los trapos de la independencia. La cualidad flotante de los náufragos.
¿Qué sería de ellos sin ese menú rebosante de heterodoxia que plantea Dancing Mood?
Vaya a saber…
Ahora, el ska, ese género beligerante y proletario, tomó la Universidad por asalto. Y algunos nuevos fieles, uno a uno, seducidos no tan ingenuamente por esa nueva sonoridad en sus cuadernos, se unen a la procesión.
Concienzudamente, unos y otros, han dejado de mirarse el ombligo desde la estricta fuente de su propia doctrina. Una dosis de realismo y otros ruidos, salpicaron con barro y manuales las medias de ambos equipos. Todos volvimos a la silla eléctrica de primer grado. Creo.
Mientras tanto, Hugo Lobo, camina su universo atemporal que no se nombra y que el día se encargará de deformar seguramente en sus espejos.
A veces, tenemos la sensación de saber que somos un par de ojos mirando la oscuridad.
Aturdidos de silencio.

Soñar, soñar y una crónica perdida




Por Paul Citraro
Con sólida prepotencia el film de Leonardo Favio; Soñar, soñar es una puñalada de realismo. Volví a verla a pedido de un amigo. A Favio lo banco a morir, desde las canciones a su escritura. Ahora, como director de cine, le saco un pasaje al Olimpo, digo.
¿Cómo se llama el grandote que canta? -Batió mi amigo
-Pagliaro, le contesto. Gian Franco Pagliaro.
Y volví a rebobinarla con las mieles de la tecnología en formato y contrabando Ares. Y quedé sepultado. Conmovido. Loco. Y eso es Favio. Una bola de pasión en juego permanente. Alguien que puede ver al silencio llorando al lado de un aljibe.
Pagliaro es Rulo y Monzón, Carlos Monzón, Charlie. Y ahí casi se apaga el relato, antes de confesar la historia de amor entre dos hombres. Una historia de amor-amistad. No una historia de un hombre arriba del otro.
Pagliaro y Monzón son no-actores. Y están rebosantes de dotes actorales y por encima de un nivel de actuación superlativo. Pocas, contadas veces, se pueden ver tamaña demostración de actuación. De libertad. Desde el relato, hasta el cuerpo y gesto de cada uno. La historia clava el dardo justo en el 100. En el corazón del delirio. Convengamos que Monzón es un tira piñas y aquí, actúa. De verdad.
Soñar, soñar raspa mis pretensiones de top ten en el Veraz. Es decir, uno queda siempre en deuda luego de verla. Hay una reconciliación con el espíritu humano de quien la recibe y percibe. Para darse cuenta finalmente que uno es Fama y Cronopio. Rulo y Charlie. Identidad perpetua que me murmura el silencio mientras lo mastico.
Ah…negrito pueblerino. Del profundo culo interior, viniste gordito de sueños y ambiciones atragantadas. Sí, Charlie quiere ser artista. Quiere estudiar teatro. Quiere triunfar. Pero de otro modo. El triunfo de Charlie es saberse que es un mono con orquesta incluida. No es ser una estrella, el triunfo de Charlie. El triunfo es ser Mario. Y Mario triunfa en su fracaso. Y ese es el éxito de ambos.
Como un disparo cruzado, la escena madre es cuando Carlitos, Charlie, Monzón, lo lleva a Mario a dormir a su casa del pueblo y terminan a pura toca-ruleros. ¡Justo Monzón! ¡El Campión invicto! Él Muchachote argentino. Machito cabrío. Y a fuerza de disparate y vulgaridad bate la delirante y potente frase; “por favor, yo quiero los rulos tuyos Mario”. De patitas cruzadas y sin el menor animo de camuflar la conocida hombría que le ha dado el pugilato.
Que inteligencia Favio. Que pluma rústicamente fina. Que modo auténtico y voraz de visitar la ficción que va y viene de mandados con la vida. El genio es Yam Yam que abre el abanico y es un hombre de pañuelo en la cabeza. Con ese andar lento de palabras sordas. Y después, la vuelta. A la realidad. A la polución visible de las cosas. Para entender de cabo a rabo, que uno, apenas si es alguien respirando pretensiones en este derrame absurdo de las horas.

jueves, 16 de septiembre de 2010

miércoles, 15 de septiembre de 2010

martes, 11 de mayo de 2010

UNLOCKED - Leo Genovese



El niño indócil
Por Paul Citraro
Leo Genovese es un desobediente de las penumbras. Y en el jazz, con cierta frecuencia, suelen estar presentes. Desde sus inicios a manos de maestros barriales y en tránsito de aprendizaje siestero -hora sagrada en el corazón del interior- a sus estudios superiores en Rosario (cantera cada vez más fortalecida de músicos de jazz) y otras descendencias privadas: los pianistas Ana María Cué, Leonel Lúquez y Ernesto Jodos. Al punto y lo inevitable, todo buceador de aguas profundas busca mayor intensidad: Berklee College of Music. Ese pibe con derecho propio adquirido, no ha menguado un céntimo de pasión y talento en cada una de sus composiciones. Y esa es la historia que vuelve a repetirse. Una Babel de crecimiento permanente. De estilo espasmódico e iconoclasta y virtuosismo resuelto y fluidas filigranas. Un arrebatado de musicalidad en sí mismo. Ese equivalente que lo llevó a sesionar junto al trompetista Phil Grenadier, el saxofonista Joe Lovano o ser el lugar teniente de la reconocida contrabajista y cantante Esperanza Spalding. Vinieron inexcusablemente los trabajos en solitario; “Haikus II” y el proyecto en solitario con su banda; “Leo Genovese y los Gauchos Cromáticos”. Y ahora, esta brisa editada por BlueArt. Un derviche saltarín de octavas en octavas que se regodea en la transformación de melodías modernistas e irónicas. Esa transformación plena, siempre le concede al artista una dosis de luz displicente en las oscuridades del género. Por lo visto, avanzar hacia un futuro incierto y excitante, fue y es un buen presagio de lo que viene. Tal como se suponía de ese pibe que hace unos cuántos años, cuando sudaba la gota gorda paseando partituras a primera hora de la tarde o tocando diez horas en pleno estado de trance, ese patrimonio, le ha tocado el timbre. Entiendo que si le preguntásemos a Leo, no sabría de qué se trata. Los pájaros desconocen sus facultades, desconocen la palabra libertad. Simplemente vuelan.
UNLOCKED – 1era placa editada en Argentina del pianista Leo Genovese

jueves, 25 de febrero de 2010

Entrevista Diario Página/12 (Suplemento Rosario)

Jueves, 25 de febrero de 2010

El Club de Jazz de Venado Tuerto cumple 10 años
La celebración es con música
Mañana, Raúl Barboza abre un ciclo de conciertos en la ciudad venadense organizado por Paul Citraro, impulsor del Club de Jazz.

"Todo comenzó como un experimento", dijo Paul Citraro, productor y periodista.
Desde su conformación, hace ya una década, el Club de Jazz de Venado Tuerto se esforzó por enriquecer la actividad musical de esa ciudad. Pero su intención no giró sólo en torno a la generación de espectáculos de primer nivel, sino que apostó además a la formación de un público capacitado. Con esos preceptos fueron sumando acontecimientos y convocando a un listado de artistas extenso y de alto nivel. Bajo esas mismas pautas diagramaron además las actividades para este 2010 en el que celebrarán sus diez años de vida, y en el que recibirán a artistas como Raúl Barboza --responsable de abrir el ciclo de festejos con el show que mañana, a las 22, ofrecerá en el Teatro Ideal--, los estadounidenses James Wheeler y Muddy Waters Jr., Adrián Iaies y Raly Barrionuevo, entre otros.
Paul Citraro, impulsor del Club de Jazz, analizó los logros de un proyecto que se consolidó dentro de la actividad cultural venadense: "En retrospectiva uno empieza a ver de forma más tangible hasta dónde ha llegado eso que comenzó como un experimento. Porque hasta ese momento se había pensado de manera imposible, pero la intención era, por un lado, ubicar a Venado Tuerto en el mapa. Lo interesante del proyecto no es sólo el cúmulo de tiempo, de los años y la programación permanente, sino que cada uno ha podido emprender su propia experiencia. De esa manera la gente que inicialmente había comenzado en ese proyecto del Club de Jazz hoy está haciendo otras actividades ligadas al arte", profundizó.
Así comenzó a gestarse un foco cultural que le apunta al espectáculo pero, además, a la generación de distintas propuestas formativas. "Con la idea de hacer un trabajo de fondo -acotó Citraro-, un trabajo que va más allá del objetivo final, que por caso podría ser un concierto. La cuestión era realizar una instalación cultural donde se empezaba a comprometer desde otro lugar y de otro modo, a permanecer con lo que cada uno proponía. Que es un poco la mirada que queríamos darle a ese proceso inicial, donde la intención era definir qué ciudad compartir a través de un diseño cultural".
Claro que para ello es el público el que debe ocupar un rol sustancial, a partir de la participación e interrelación con el proyecto. "La idiosincrasia de la gente muchas veces no tiene nada que ver con las inquietudes de los actores culturales, de los intermediarios, que seríamos nosotros --explicó Citraro--. Por caso, en algunas propuestas nos ha ido muy bien, aunque uno siempre tenga que estar rindiendo examen, por ejemplo con el circuito de jazz, que responde a un montón de cuestiones que van más allá del gusto o la información que la gente pueda tener a mano para hacer una valoración de lo que significa un género o un artista que pertenece a esa corriente. Considero que los medios de comunicación tienen un rol importantísimo aquí. Es decir, el compromiso y la rotación en los medios de comunicación hacen que un estilo, un género o un movimiento se pueda instalar o no, hay que generar la avidez y los recursos necesarios para que el público se acerque, disfrute la propuesta. De ese modo, y en términos de continuidad, instalarlo. Eso para mí es lo importante en los procesos culturales, no sólo la ideología y el modelo que se pretende formar, sino el modo de instalación que eso significa".
A modo de festejo, el Club de Jazz de Venado Tuerto pudo darle forma a una grilla de actividades que, mensualmente, recibirá en esa ciudad a un artista de renombre. "La excusa de redondear los diez años tenía que ver con intentar programar diez conciertos de perfil internacional, o conciertos importantes a nivel nacional, algo poco usual para nuestra ciudad --adelantó el organizador--. Sabíamos que Raúl Barboza estaba por Argentina en enero y febrero, entonces ésa fue la primer convocatoria".
Además, el objetivo es que cada artista asuma un compromiso hacia la comunidad. "Es decir, ver qué más pueden ofrecer, una charla, una clínica, una capacitación. Un plus que le pueda otorgar esa búsqueda que nosotros empezamos para lograr que la instalación cultural sea más efectiva, más contundente", concluyó el productor venadense.
Link a la nota:http://www.pagina12.com.ar/imprimir/diario/suplementos/rosario/12-2010-02-25.html