sábado, 23 de abril de 2011

Lo que pienso (de la Cultura)



Por Paul Citraro
Si has logrado algo y tu mente navega en el pasado, el tiempo camina delante tuyo. Es importante tenerlo en cuenta. Hay que mirar hacia adelante, para que no se arruguen los laureles de tanto dormirles encima.

El principal incentivo de todo gestor debería pasar por tomar algo insignificante y hacerlo grande. Al principio te vas a convertir en un muerto civil. En un loco. A medida que lo vayas logrando serás un poco más considerado por todos. Y el día que logres hacer algo de dinero con tu elección, estarás cerca de ser un genio.

La gran mayoría confundimos popularidad con respeto. En algún punto todos queremos ser respetados y admirados. Pero ninguna de las dos cosas te da de comer.

Cuando se acerca alguien que jamás ha asistido a ninguna de nuestras producciones y me dice, “te felicito, están haciendo un gran trabajo por la ciudad…” pienso: este tipo no me respeta un carajo. En el fondo es coherente, casi todos queremos sentir que pertenecemos a algo.

Una sala a medio llenar, en el mejor de los casos, es sinónimo de elitismo. Para mí es el mayor triunfo posible. Hemos vuelto a realizar otra instalación sin estafar artísticamente a nadie de los presentes, ni nos disfrazamos de exitosos reempadronando familiares.

A distintos niveles, la comprensión tropieza en la pendiente.

Las decisiones de los indecisos, crean conflictos.

Todos en algún momento necesitamos de una melodía dulce. Tan simple como eso.

Cuando se ponen de acuerdo producción y artista para llevar una producción a cabo, siempre los dos salen ganando. Hay que ser consciente que una de las partes quedará guardada en el bolsillo y la otra en el relicario. Pero ambas siguen siendo afortunadas.

Únicamente lo que quema permanece encendido. Algunos, todavía lo llaman pasión; una palabra un tanto desacreditada por estos días.

El tiempo en esto me enseñó que es un error dejar que la pasión no nos deje seguir pisando los adoquines firmes.

No vamos a inventar nada. Ya lo explicó de modo inmejorable Freud; “El pene es el único pedazo de inconsciente que está a la vista”. Y en eso se nos ha pasado una gran parte del tiempo a mucho de nosotros. En jugar a ver quién la tiene más larga.

Trato de no olvidar que soy un tipo común en un mundo básico. Por eso nunca suspendo del todo mi incredulidad en el arte. También desconfío del aplauso.

Ser libres e independientes tiene un precio muy alto. Con frecuencia se pierden muchas cosas por hacer. Cuando algo posible de producir se me escapa, me siento culpable. Honestamente, ese es mi infierno.

La música sigue siendo un arte totalizador para mí. Estoy profundamente en deuda con la música. La música me ha mantenido a salvo del mundo, de mí mismo. Me ha permitido aumentar mi margen de tolerancia. Me ha formado y lo sigue haciendo y es mi compromiso compartirla con el mayor de los respetos. La música es sagrada.

Sería bueno que los gestores podamos algún día ser efectivos en traducir el mensaje ante quién corresponda qué quiere decir “dar un paseo por la gestión cultural”, para que ese árbol de adelante, no nos tape otra vez el bosque.

¿Quién dice que no se puede potenciar ciudadanía desde la cultura? Nos olvidamos de los ciudadanos anónimos que NO van a ver teatro, ni muestras de arte, ni tampoco asisten a un concierto. Por tanto, hay que desarrollar e instalar un diseño mayor de inclusión. Y eso no viene a mano de privados, precisamente.

Por momentos fuimos meros espectadores, mientras seguíamos echando baldecitos de agua para nuestros aljibes. No somos tan distintos.

Si uno promete algo debe estar a la altura de lo prometido, si no, se produce un vacío que se llena de desconfianza.

Venturosamente cuando alguien pregunta “cómo se llamaba aquel artista de…” uno suele mencionarlo de inmediato cuando debería decir; no tiene importancia, ya casi nadie lo recuerda.

No debe confundirse cultura con espectáculo. La cultura es pensar, reflexionar, proponer aunque los principales responsables del cambio sean o se hagan los sordos. Cuanta más cultura haya, los fundamentalismos comienzan a ser imposibles porque tenemos un sentido concreto de vida.

La cultura es la verdadera encargada de modificar muchas miserias. Por otro lado también está la estupidez. Dos puestas antagónicas que en extraña concordancia llevan al hombre a olvidarse por un rato de la muerte.

La cuestión es saber qué hay que transformar.

1 comentario:

Fabian Vernetti dijo...

Paul, ya la había leído, y es realmente inspiradora (al menos para mí)de otros escritos. Fantaseé algunas ideas, ponerme a escribir. Pero realmente no comenté nada porque no puedo por estos días, físicamente, darme ese tiempo que me gustaría. Un abrazo, y es bello por cierto y por bello otra vez. Como querían los griegos, supongo.