viernes, 29 de mayo de 2009

La infusión de los tambores


Por Sergio A. Pujol *
Quintino Cinalli es más músico que percusionista. O mejor dicho: hace música con la percusión, no se limita a acompañar – digna tarea, por otra parte, que muchos cumplen con eficiencia -, sino que despliega en sus intervenciones una paleta de toques tan completa, tan espacial y temporal, tan eufónica y cronométrica, que tiendo a revisar la información del cuadernillo del CD que me llegó bajo su nombre. ¿Cuántos tocan? Aquí, en El Quinto Elemento (Primera Toma Records), sólo dos: Quintino y el pianista, tecladista y cantante Mariano Agustoni. (No quiero pensar lo que será esta música con el agregado de Daniel Mazza en bajo, algo que, según me entero, pronto sucederá).
Claro que no se trata de ponderar la destreza de unos pocos haciendo lo de muchos. El consumado dominio de los tambores y demás enseres convierten a Cinalli en una suerte de Hombre Orquesta, pero sin rutina circense. La amplitud de saberes rítmicos es lo que realmente atrapa: que la chacarera “Chacarera del patio”, por ejemplo, suene veraz, y que luego, a poco de transcurrir su forma original, fluya por los caminos imprevistos del jazz. O que la imperdible “Zamba a Perdiguero” de Saluzzi, finamente cantada por Agustoni, tenga el regusto de bombo leguero y, a la vez, la modernidad sonora del platillo. Y qué decir de la clave del candombe, que Quintino tan bien conoce y muestra en “Mi candombe” – tour de forcé – y “El candombe me llama”. Por último, para no abundar, que el archiconocido “St. Thomas” de Sony Rollins deje de ser Calipso para emigrar al Río de La Plata (“El Manolo”, gran momento del disco) pone al descubierto una declarada intención de mestizar elementos contemporáneos. Al fin y al cabo, mestizar no siempre debe conjugarse en tiempo pasado.
La palabra fusión está un poco gastada, habría que evitarla. Sin embargo, la imagen de Joe Zawinul – más el Zawinul de Syndicate que el de Weather Report – emerge naturalmente, y supongo que ni a Quintino ni a Agustoni les molestará que se compare su música con la de aquel maravilloso viajero por la etnias musicales del mundo, sinónimo de jazz fusión. Apenas una referencia, claro. Por lo demás, El Quinto Elemento es más argentino que el mate. Más infusión que fusión. Cada uno toma el mate como quiere.
*escritor y crítico musical. Su libro más reciente es En nombre del folclore. Biografía de Atahualpa Yupanqui.

El Quinto Elemento

Por Gabriel Senanes
Si algo más hacía falta para certificar que Venado es Tuerto pero no sordo, he aquí el disco grabado en vivo allí por Quintino Cinalli. En vivo, y muy vivo. No sólo por las altas temperaturas musicales desplegadas de cara al público, que se mete y hace sentir en la grabación: muy vivo también el productor artístico que se propuso registrar esta postal sonora del multifacético percusionista. Que cuenta, además de su talento, con un socio muy importante: Mariano Agustoni cuyos dedos e ideas, aplicados a sus teclados, proveen una refinada concepción armónica al menú. El espectro temático va desde la Chacarera del Patio de los chacarerólogos hermanos Díaz hasta Caravana del gran Ellington y su compinche Tizol, pasando por piezas del propio Cinalli, Saluzzi y el Cuchi Leguizamón. Toda una declaración de principios estéticos, en las dúctiles manos de quien hace rato dejó de ser un principiante, y nunca un rígido principista. Por suerte, la idea no pasa, como en muchos de sus colegas y en todos los boxeadores, por dar la mayor cantidad de golpes posible, sino por batir parches en honor a una expresividad mas bien gozosa. Sambas y zambas, solos y dúos varios enriquecen la batería de recursos del baterista que junto a Agustoni y codo a codo hacen mucho más que dos.

domingo, 24 de mayo de 2009

El Retrato de Dorian Grey


Por Paul Citraro (*)

Quintino Cinalli no solo es un pionero en la exploración sonora de la percusión latinoamericana, sino el primero –al igual que Kenny Clarke- en saldar una deuda con los ritmos predecibles de la batería en la música popular o por caso el swing. Venturosamente empezó a usar el bombo sólo para los acentos y centrando la atención en el platillo principal a gusto y piacere. La mesa está servida. El menú es libre y las delicatesen esperan. Se puede dar y tomar los acentos tal como los escoja. Quintino ha llevado la percusión rioplatense lejanamente a cualquier pensamiento permitido. Aprovecha los tambores melódicamente y toca con una soltura polirrítmica que parece un patrón tercermundista que no para de revolucionar los armónicos de la memoria. Puesto que nada suena como lo conocíamos. La música es un reflejo sonoro del tiempo, de la vida y así parece vivirlo el artista. Quizá la batería no fuera vista y escuchada por el público como la fuerza dominante, pero a partir de la aparición de músicos como Tony Williams o Buddy Rich, ese elemento de liderazgo percusivo, quedó bien asentado. Con el tiempo, y luego de una extensa lista pergaminos artísticos, Quintino empezó a balancear las fuerzas para otorgarle a la batería otro rol principal por fuera los ritmos explosivos y la técnica deslumbrante: la vida. Es decir, esas raíces afrolatinas que preponderan en su música y lenguaje no son más que un reflejo de su propio bagaje de juventud. Es inevitable -al igual que ese retrato que Oscar Wilde nos regalara- sentir que esa imagen joven que tiene su música, no ha mermado ni un céntimo de talento y sigue expectante para quien se someta a la experiencia de escucharla. A partir de ahí, el cuño sonoro, será indeleble.
(*) Productor musical y Manager de Quintino Cinalli en Argentina