Por Sergio A. Pujol *
Quintino Cinalli es más músico que percusionista. O mejor dicho: hace música con la percusión, no se limita a acompañar – digna tarea, por otra parte, que muchos cumplen con eficiencia -, sino que despliega en sus intervenciones una paleta de toques tan completa, tan espacial y temporal, tan eufónica y cronométrica, que tiendo a revisar la información del cuadernillo del CD que me llegó bajo su nombre. ¿Cuántos tocan? Aquí, en El Quinto Elemento (Primera Toma Records), sólo dos: Quintino y el pianista, tecladista y cantante Mariano Agustoni. (No quiero pensar lo que será esta música con el agregado de Daniel Mazza en bajo, algo que, según me entero, pronto sucederá).
Claro que no se trata de ponderar la destreza de unos pocos haciendo lo de muchos. El consumado dominio de los tambores y demás enseres convierten a Cinalli en una suerte de Hombre Orquesta, pero sin rutina circense. La amplitud de saberes rítmicos es lo que realmente atrapa: que la chacarera “Chacarera del patio”, por ejemplo, suene veraz, y que luego, a poco de transcurrir su forma original, fluya por los caminos imprevistos del jazz. O que la imperdible “Zamba a Perdiguero” de Saluzzi, finamente cantada por Agustoni, tenga el regusto de bombo leguero y, a la vez, la modernidad sonora del platillo. Y qué decir de la clave del candombe, que Quintino tan bien conoce y muestra en “Mi candombe” – tour de forcé – y “El candombe me llama”. Por último, para no abundar, que el archiconocido “St. Thomas” de Sony Rollins deje de ser Calipso para emigrar al Río de La Plata (“El Manolo”, gran momento del disco) pone al descubierto una declarada intención de mestizar elementos contemporáneos. Al fin y al cabo, mestizar no siempre debe conjugarse en tiempo pasado.
La palabra fusión está un poco gastada, habría que evitarla. Sin embargo, la imagen de Joe Zawinul – más el Zawinul de Syndicate que el de Weather Report – emerge naturalmente, y supongo que ni a Quintino ni a Agustoni les molestará que se compare su música con la de aquel maravilloso viajero por la etnias musicales del mundo, sinónimo de jazz fusión. Apenas una referencia, claro. Por lo demás, El Quinto Elemento es más argentino que el mate. Más infusión que fusión. Cada uno toma el mate como quiere.
*escritor y crítico musical. Su libro más reciente es En nombre del folclore. Biografía de Atahualpa Yupanqui.
Quintino Cinalli es más músico que percusionista. O mejor dicho: hace música con la percusión, no se limita a acompañar – digna tarea, por otra parte, que muchos cumplen con eficiencia -, sino que despliega en sus intervenciones una paleta de toques tan completa, tan espacial y temporal, tan eufónica y cronométrica, que tiendo a revisar la información del cuadernillo del CD que me llegó bajo su nombre. ¿Cuántos tocan? Aquí, en El Quinto Elemento (Primera Toma Records), sólo dos: Quintino y el pianista, tecladista y cantante Mariano Agustoni. (No quiero pensar lo que será esta música con el agregado de Daniel Mazza en bajo, algo que, según me entero, pronto sucederá).
Claro que no se trata de ponderar la destreza de unos pocos haciendo lo de muchos. El consumado dominio de los tambores y demás enseres convierten a Cinalli en una suerte de Hombre Orquesta, pero sin rutina circense. La amplitud de saberes rítmicos es lo que realmente atrapa: que la chacarera “Chacarera del patio”, por ejemplo, suene veraz, y que luego, a poco de transcurrir su forma original, fluya por los caminos imprevistos del jazz. O que la imperdible “Zamba a Perdiguero” de Saluzzi, finamente cantada por Agustoni, tenga el regusto de bombo leguero y, a la vez, la modernidad sonora del platillo. Y qué decir de la clave del candombe, que Quintino tan bien conoce y muestra en “Mi candombe” – tour de forcé – y “El candombe me llama”. Por último, para no abundar, que el archiconocido “St. Thomas” de Sony Rollins deje de ser Calipso para emigrar al Río de La Plata (“El Manolo”, gran momento del disco) pone al descubierto una declarada intención de mestizar elementos contemporáneos. Al fin y al cabo, mestizar no siempre debe conjugarse en tiempo pasado.
La palabra fusión está un poco gastada, habría que evitarla. Sin embargo, la imagen de Joe Zawinul – más el Zawinul de Syndicate que el de Weather Report – emerge naturalmente, y supongo que ni a Quintino ni a Agustoni les molestará que se compare su música con la de aquel maravilloso viajero por la etnias musicales del mundo, sinónimo de jazz fusión. Apenas una referencia, claro. Por lo demás, El Quinto Elemento es más argentino que el mate. Más infusión que fusión. Cada uno toma el mate como quiere.
*escritor y crítico musical. Su libro más reciente es En nombre del folclore. Biografía de Atahualpa Yupanqui.
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