domingo, 24 de mayo de 2009

El Retrato de Dorian Grey


Por Paul Citraro (*)

Quintino Cinalli no solo es un pionero en la exploración sonora de la percusión latinoamericana, sino el primero –al igual que Kenny Clarke- en saldar una deuda con los ritmos predecibles de la batería en la música popular o por caso el swing. Venturosamente empezó a usar el bombo sólo para los acentos y centrando la atención en el platillo principal a gusto y piacere. La mesa está servida. El menú es libre y las delicatesen esperan. Se puede dar y tomar los acentos tal como los escoja. Quintino ha llevado la percusión rioplatense lejanamente a cualquier pensamiento permitido. Aprovecha los tambores melódicamente y toca con una soltura polirrítmica que parece un patrón tercermundista que no para de revolucionar los armónicos de la memoria. Puesto que nada suena como lo conocíamos. La música es un reflejo sonoro del tiempo, de la vida y así parece vivirlo el artista. Quizá la batería no fuera vista y escuchada por el público como la fuerza dominante, pero a partir de la aparición de músicos como Tony Williams o Buddy Rich, ese elemento de liderazgo percusivo, quedó bien asentado. Con el tiempo, y luego de una extensa lista pergaminos artísticos, Quintino empezó a balancear las fuerzas para otorgarle a la batería otro rol principal por fuera los ritmos explosivos y la técnica deslumbrante: la vida. Es decir, esas raíces afrolatinas que preponderan en su música y lenguaje no son más que un reflejo de su propio bagaje de juventud. Es inevitable -al igual que ese retrato que Oscar Wilde nos regalara- sentir que esa imagen joven que tiene su música, no ha mermado ni un céntimo de talento y sigue expectante para quien se someta a la experiencia de escucharla. A partir de ahí, el cuño sonoro, será indeleble.
(*) Productor musical y Manager de Quintino Cinalli en Argentina

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