sábado, 28 de mayo de 2011
Zoológico Punk
Por Paul Citraro
Hay corrida y expediciones
zafaron los trapos y los nombres
El Ronco Papaso
diciendo ¡¡Aguanten!!
el primero de ellos
es el gobernador,
al otro
Enhiesto Syd,
es a quien se le
ocurren las cosas
y se concluye con un
No sé cuál de los dos
escribe esta página (*)
Un acto filial de amor al maestro
puede definir el comienzo
de otra asimetría
No llegarían lejos
en pleno estado
de emergencia emocional,
Borges, el ciego,
lo vio claro y lo vio primero
y también le brotaba
la Evidencia
y la misma secreción helada
Tampoco los Sex Pistols
ni remotamente se lo permitieron
Johnny Rotten
corría la melodía
como si fuese una línea
en el pavimento
esperando el cuello
de su madre
La pisoteó
y siguió haciendo su propio onomástico salvaje
El Ronco Papaso
subrayando un pasado anoréxico
volvía a puro latigazo
vomitándose las manos
cubierto de pústulas,
cicatrices y heridas abiertas
En otra vida habrá espacio para el acné infanto juvenil
Al loco Rubén
que había estado encerrado
en su casa durante 3 años
(porque lo rebotaron en la prueba
para jugar en Newbery)
se le había despertado
un ligero estrabismo,
ahora piensa con un ojo
en los Pistols
y el otro
mira con recelo un tanguito
que vuelve a menudear
buscando la claridad
cada vez que lo silba boca abajo
El sol es una rubia que se suelta el pelo (**)
Van der Elsken (***) tenía
que sobrevivir Se sabe
Al igual que todos los
fotógrafos de París
saca fotos carnet con Mario Bossi en medio turno
por las noches
sigue tomando muchas otras;
amantes abrazándose
en calles lluviosas
los olores a la vida incómoda
de Avenida Chapuis
(por los leones y los cainítas)
y se guarda los negativos
que requieren el gesto
de la sombra
para revelar la palabra
en su forma de encantamiento
y su demiurgo poder
-Tranquilo…que la ruta es larga
y el sueño siempre está empezando-
-Decime qué es lo que buscas
y ahí voy con la caña-
El abatimiento del Ronco Papaso
la locura de Rubén
la oreja amputada de pinceleta Van Gogh
en manos de la gorda Carola
Un desastre
Carola siempre está
Ahora, ver llorar al nene
son 50 pesitos
en ajustados 15 minutos
y la chicha por debajo del top
no disimula
la esvástica tatuada en la rabadilla
indicando el inevitable descenso
hacia la boca del lobo
Al final de la comilona
escapa del encierro
y desconfía de la palabra
Por último
el gesto propio de la desesperación
que rompe cada madrugada
-la impotencia de la vida-
remata el loco Rubén
que sigue atada a ese cartel
donde se lee: BIENVENIDO con la
gigantografía de los ídolos muertos y
la S desplomada
Junto a él
hay un cordel atado y trenzado
que al cincharlo
pone al mundo patas arriba
Justo ese día te fui a buscar
y ya no estabas ahí.
(*) de Jorge Luis Borges, ese argentino inevitable
(**) del tango “Dónde estaba el sol cuando te fuiste” de Celedonio Flores
(***) Fotógrafo holandés, que dedicó su obra a los rufianes y bohemios parisinos en los 50
martes, 3 de mayo de 2011
Pezando fuerte
Por Paul Citraro
Estrafalario. Edificante. Energético. Guiando los hilos de ese barrilete o mejor, tironeando de la tanza bajo el agua, Ariel Minimal supo darle vida pletórica a Pez. Como un sobreviviente del Ital Park, Pez, logró meterse en el candelero del rock argentino desde hace más de quince años. Pez tiene una marca de identidad sonora indeleble y escurridiza a los acervos demandantes del mercado. Impredecibles por instantes y geniales por otros. Así, como el payaso triste que perdió la levita. Pez, en crudos tiempos de discográficas y dependencias de “patrones musicales”, sigue siendo una banda de rock. Una fracción insolente de lo mejor de la historia del rock argentino, que abraza desde Manal a un campo árido sin alambrados. Para Pez, todo es válido si tiene honesta legitimidad en sus entrañas. Pez, en su propia norma musical, parece un pueblo de frontera alejado de las leyes.
Hay mucha información en esa mixtura musical que poguean almas perceptivas y alucinadas con ese mapa sonoro a todo volumen. Algunos dirán que son una desquiciada banda de power rock. Otros, que en medio de ese anclaje de riffs metaleros y ataques hardcore con aires folclóricos y psicodélicos están frente a un señuelo de Frank Zappa en el cono sur. Para mí, Pez, es Pez.
Y si rascamos un poquito la cáscara de pintura de ese viejo colectivo, me suena a que se fue conformando una cultura gestáltica. Esa vieja escuela sensitiva que dice que la mente se configura mediante la percepción de la memoria –inteligencia-. Es decir, el todo, es mucho más que la suma de las partes. Detrás de ese barullo colectivo, está Pez, espontáneamente, buscando ese instante, como el único camino para ser dignos, felices.
Como el mito romántico de los anarquistas que mira con ojos invisibles, todo lo que conforma a Pez no está regido por ningún pulso rector. Ni dentro ni fuera. Y el público en todo este tiempo de tránsito permanente, lo percibe y baja el promedio de edad y hasta se ríe del psicoanalista de Cristo. Ni Dioses ni mártires, solo una gran banda de rock que sigue existiendo por sobre todas las miserias y los bagayos de esta palestra de estrellas y estrellados.
Detrás de esta pequeña antesala triunfal que es la llegada de Pez a Venado Tuerto, un grupo de jóvenes de la ciudad, abren sueños y proyectos con la naciente productora “Hinojo Produccione”. No es casual que los romanos miraron el hinojo como la hierba de la vista, como el tónico para despejar los ojos nublados.
El Domingo 15 de Mayo - Centro Cultural Provincial Ideal (Pellegrini 980) – 18 hs.
Pez GRATIS en Venado Tuerto
Bandas Soportes: SON & Manjula – Venado Tuerto
Paralelo al Evento: Mega Muestra de Arte (Pintura – Fotografía – Dibujo – Disciplinas Alternativas)
Auspicia: Gabinete Joven (Gobierno de Santa Fe)
lunes, 25 de abril de 2011
About a Girl
Por Paul Citraro
Finalmente, diez días después, le escribió una canción a su novia. Decía el estribillo algo: “No puedo verte todas las noches sin pagar un precio”. Habían discutido y peleado a boca suelta y la letra era toda una declaración de cómo el amor se había transformado en una obra en demolición. Por extraño que parezca el asunto, ensayó varias veces la canción y la tocó delante de Tracy. Nunca se hizo cargo. Explícitamente hablaba de ella.
Vociferó. “Escribo lo que se me ocurre, no sobre ti ni sobre nadie en especial”. Mentía lisa y llanamente desde el punto de partida. El hecho que creara esa pequeña y falaz oda musical para ella y no viviera el riesgo de entregársela en la intimidad, suponía la mentira. A esa tajada del tiempo, ya estaban sentados sobre un glaciar llamado amor. Kurt se comportaba como un típico colegial de escuela secundaria que le envía una tarjeta de San Valentín a una piba pero no se anima a rubricarla.
Ni bien Kurt tocó la canción para Chad y Krist, los dos, quedaron prendados con ella.
-¿Cómo se llama? - Preguntó uno de ellos.
– Ni Idea, solo sé que se trata de una chica.-
“About a Girl”. Así la llamaron. No era problema. Son pocas las canciones de Kurt que guardan un vínculo mayor con el título. Como un buen abogado, Kurt, pretendía agotar todas las instancias, creativas. Ciertamente no fue un baño de luz, y aunque la letra era algo retorcida, acababa de escribir su primera canción de amor. El primer escalón a la evolución como compositor y melodista descarado. A tal punto que en las primeras actuaciones en vivo de Nirvana, el púbico, confundía la canción con una versión de Los Beatles.
Para llegar a esa canción, Kurt, había escuchado durante dos días seguidos Meet The Beatles para entrar en situación. Aunque en los circuitos punks que Kurt frecuentaba, al cuarteto de Liverpool, se los consideraba demodé. Sus influencias musicales desde finales de 1988 eran una bolsa de estilos y géneros. Parecía decir con aquellas preferencias; pase lo que pase, me la banco. A tiempo completo escuchaba con oído adolescente a Buzz Osborne, el heavy metal clásico; Led Zeppelin y Black Sabbath y The Monkees sin demasiada conexión entre sí. Pero ahí estaban, a puro ramalazos en las entrañas.
Le faltaba una enorme cantidad de indagación a nivel de tradición musical por el solo hecho de no exponerse como una pieza de carne frágil y demasiado humana frente a los demás. Todavía no había escuchado a Patti Smith ni a Los New York Dolls, papaítos de esa imagen andrógina de futuro espejo con Nirvana. Kurt era el clásico nerd que conocía hasta el último tema publicado de su banda cuna. Un proselitista de puerta en puerta. Un predicador de la nueva fe sonora que habitaba cada rincón de su aspiración. Todo los demás, eran solo fantasmas de tránsito.
Por el contrario, Krist, era el dueño de los conocimientos más amplios sobre la historia del rock. Krist podía diferenciar lo kistch de lo genérico, mientras Kurt seguía errando sin sentido una y otra vez. Por momentos, los errores, son algo inoportunos en un proceso de construcción.
Pisando Diciembre de 1988, Kurt trabó amistad con Damon Romero. Pasaban horas fumando cannabis como una novedad. Plenamente conscientes que la novedad, siempre, supera a la belleza.
–He descubierto un disco genial que deberías escuchar- mencionó Kurt y sacó el álbum de Knack “Get the Knack”. Damon encendió la bandeja gira discos, sutilmente acercó la púa a la primera banda y dijo: ¿De veras quieres que escuche esto?
Es un álbum de pop alucinante, contestó Kurt con el rostro impávido.
Romero solo se dejó llevar por la música. Escuchó las dos caras en silencio preguntándose una y otra vez si algo se estaba perdiendo, mientras su amigo permanecía a su lado imitando la batería en el aire con las manos en callado homenaje.
sábado, 23 de abril de 2011
Lo que pienso (de la Cultura)
Por Paul Citraro
Si has logrado algo y tu mente navega en el pasado, el tiempo camina delante tuyo. Es importante tenerlo en cuenta. Hay que mirar hacia adelante, para que no se arruguen los laureles de tanto dormirles encima.
El principal incentivo de todo gestor debería pasar por tomar algo insignificante y hacerlo grande. Al principio te vas a convertir en un muerto civil. En un loco. A medida que lo vayas logrando serás un poco más considerado por todos. Y el día que logres hacer algo de dinero con tu elección, estarás cerca de ser un genio.
La gran mayoría confundimos popularidad con respeto. En algún punto todos queremos ser respetados y admirados. Pero ninguna de las dos cosas te da de comer.
Cuando se acerca alguien que jamás ha asistido a ninguna de nuestras producciones y me dice, “te felicito, están haciendo un gran trabajo por la ciudad…” pienso: este tipo no me respeta un carajo. En el fondo es coherente, casi todos queremos sentir que pertenecemos a algo.
Una sala a medio llenar, en el mejor de los casos, es sinónimo de elitismo. Para mí es el mayor triunfo posible. Hemos vuelto a realizar otra instalación sin estafar artísticamente a nadie de los presentes, ni nos disfrazamos de exitosos reempadronando familiares.
A distintos niveles, la comprensión tropieza en la pendiente.
Las decisiones de los indecisos, crean conflictos.
Todos en algún momento necesitamos de una melodía dulce. Tan simple como eso.
Cuando se ponen de acuerdo producción y artista para llevar una producción a cabo, siempre los dos salen ganando. Hay que ser consciente que una de las partes quedará guardada en el bolsillo y la otra en el relicario. Pero ambas siguen siendo afortunadas.
Únicamente lo que quema permanece encendido. Algunos, todavía lo llaman pasión; una palabra un tanto desacreditada por estos días.
El tiempo en esto me enseñó que es un error dejar que la pasión no nos deje seguir pisando los adoquines firmes.
No vamos a inventar nada. Ya lo explicó de modo inmejorable Freud; “El pene es el único pedazo de inconsciente que está a la vista”. Y en eso se nos ha pasado una gran parte del tiempo a mucho de nosotros. En jugar a ver quién la tiene más larga.
Trato de no olvidar que soy un tipo común en un mundo básico. Por eso nunca suspendo del todo mi incredulidad en el arte. También desconfío del aplauso.
Ser libres e independientes tiene un precio muy alto. Con frecuencia se pierden muchas cosas por hacer. Cuando algo posible de producir se me escapa, me siento culpable. Honestamente, ese es mi infierno.
La música sigue siendo un arte totalizador para mí. Estoy profundamente en deuda con la música. La música me ha mantenido a salvo del mundo, de mí mismo. Me ha permitido aumentar mi margen de tolerancia. Me ha formado y lo sigue haciendo y es mi compromiso compartirla con el mayor de los respetos. La música es sagrada.
Sería bueno que los gestores podamos algún día ser efectivos en traducir el mensaje ante quién corresponda qué quiere decir “dar un paseo por la gestión cultural”, para que ese árbol de adelante, no nos tape otra vez el bosque.
¿Quién dice que no se puede potenciar ciudadanía desde la cultura? Nos olvidamos de los ciudadanos anónimos que NO van a ver teatro, ni muestras de arte, ni tampoco asisten a un concierto. Por tanto, hay que desarrollar e instalar un diseño mayor de inclusión. Y eso no viene a mano de privados, precisamente.
Por momentos fuimos meros espectadores, mientras seguíamos echando baldecitos de agua para nuestros aljibes. No somos tan distintos.
Si uno promete algo debe estar a la altura de lo prometido, si no, se produce un vacío que se llena de desconfianza.
Venturosamente cuando alguien pregunta “cómo se llamaba aquel artista de…” uno suele mencionarlo de inmediato cuando debería decir; no tiene importancia, ya casi nadie lo recuerda.
No debe confundirse cultura con espectáculo. La cultura es pensar, reflexionar, proponer aunque los principales responsables del cambio sean o se hagan los sordos. Cuanta más cultura haya, los fundamentalismos comienzan a ser imposibles porque tenemos un sentido concreto de vida.
La cultura es la verdadera encargada de modificar muchas miserias. Por otro lado también está la estupidez. Dos puestas antagónicas que en extraña concordancia llevan al hombre a olvidarse por un rato de la muerte.
La cuestión es saber qué hay que transformar.
jueves, 24 de febrero de 2011
Todos tenemos un día de Miércoles
Es natural, y eso lo hace más disfrutable. Uno alza la vista y hasta donde llegan los ojos es un mar de gente, un mar de gente que celebra vivir en democracia y que ese vivir en democracia ya no sea algo que se experimenta entre temores sino con la convicción de que se sigue construyendo día a día. En este estado de las cosas, lo que ocurre sobre el escenario es la banda de sonido más adecuada. La frase es muy conocida, casi un lugar común, pero sigue teniendo la potencia de aquello que lo resume todo a la perfección: “Si grita pidiendo verdad en lugar de auxilio, si se compromete con un coraje que no está seguro de poseer, si se pone de pie para señalar algo que está mal pero no pide sangre para redimirlo, entonces es rock and roll”.
Muchas veces ha sido arbitrario adjudicarle algún sentido a una frase o una palabra, y esa es precisamente la libertad del melómano aburrido. Así fue como Radio 9 convocó al más obsesivo de todos…
lunes, 14 de febrero de 2011
Monk
Monk
Por Paul Citraro
No recuerdo con nitidez si su nombre me había visitado antes. La facha me gustó de entrada; era una prestancia que indemnizaba esas lagunas de quienes lo perdieron de vista. Vacilante, anteojos de sol con gruesas patillas de caña. Delgado. Muy delgado. Barba corta desprolija. Piel muy negra. Habíamos estado leyendo Andrés Rivera con la música a todo trapo que funcionaba como una perfecta metáfora de la democracia. Ese mapa sonoro condenado al fracaso o expuesto al abucheo, era Monk.
Un amigo, Willy Tondo, también con ánimo en caída libre, desertó a su rutina de militancia naturista y se apareció con dos rodillos de bondiola artesanal.
-¿¡Le entramos!? Obsequio de un proveedor fiambrero de Quirquinchos- Dijo convencido.
Harto de las dietas, yo me había mordido el labio inferior, entre la culpa y la gula. Pero también decidido a cumplir su particular deseo blasfemo. A veces es notable como uno cambia el ropaje del deseo.
Willy estaba evidentemente perturbado, la tensión entre el estilo de Monk y Coltrane, no se soporta bajo los corrales de una dieta frugal. Además, esa representación de jazz, ponía al público -perfectamente oíble en las bandas del disco- de ánimos nada complacientes. Si hasta nuestra breve revolución se postergó por un rato. Música a contracorriente, en el sentido de todas las corrientes conocidas por ambos. Donde Coltrane une, Monk separa. De sopetón, mi corazón se contrajo y casi me paso al bando naturista. O peor, casi me subo a la revolución de los no lo entiendo, no me gusta. Como si hubiera que saber algo acerca del placer. Lo cierto es que yo estaba ahí, con mi amigo y las rodajas de rojo fiambre y la sonoridad de mis héroes. Todo un vanguardista demodé.
Traté de imaginar a los tipos arriba de las tarimas. Sus vidas cotidianas, el modo de hablar y las palabras que usarían ante el encanto. Al parecer Monk y Coltrane no habían sido compañeros de aventuras. No habían compartido celda alguna ni se habían echado encima de las sirenas varadas que suelen estar a la vuelta de los clubes. Ambos son respetuosos, uno con otro. Si bien Monk parece que se perfecciona en tocar el piano cada vez peor, es Coltrane que le replica diciendo; antes de ir al cielo, así yo tocaría en tu funeral, ese bolsillo sucio de Dios.
Jamás nadie tocará así y jamás tocarás –sí, tú y yo querido amigo- las piernas Marlene Dietrich. Para tocar así, primero hay que encontrar un cielo desbocado buscando pleitos. Y esa porción de ciencia, no nos ha elegido a nosotros hoy.
Con ese lápiz de ambigüedad se escribe la historia. Monk, bastante atinado suena en su locura de no repetirse por décadas. Ridículas palabras para un poema tan largo, y sin embargo era posible. Nos hemos quedado mirando cómo pasa el tiempo, detrás de los perros de cola giratoria. Y aunque el destino nos haga inocentes, la mochila, esa maldita sombra que uno arrastra, no para de tirar notas subversivas. Tú sabes cómo funciona. La exactitud de la bondiola no incluye a la verdad, y la conjetura de la madrugada, no carece de rigor.
La revolución puede esperar, un día más de nuestras vidas, no va a cambiar el curso de la historia.
Diario Página/12 (Suplemento Rosario/12) 17 de Febrero de 2011
Link a la nota: http://www.pagina12.com.ar/imprimir/diario/suplementos/rosario/14-27457-2011-02-17.html
miércoles, 27 de octubre de 2010
Lobotomía
Por Paul Citraro
Para un habitante pueblerino que tiene el andar de las palabras sordas, llegar hasta el Campus Miguelete de la Universidad de San Martin, es como subirse al Mayflower. Luego de cabalgar cuatrocientos kilómetros de llanura en Chevallier, viene el saltito al tren que sale de la estación Retiro hasta que aparecen los cuatros cobertizos gastados y encastrados que anuncian la parada inevitable: Estación Miguelete. A pocos metros, un molde tortero con diseños arquitectónicos parecen decir: “Aquí se bifurca el pensamiento”.
Todos los días Lunes a partir del 27 de Setiembre a las 16 hs. y durante ocho jornadas, la Universidad de San Martin (UNSAM) le abre las puertas a la sociedad. Alumnado, docentes y Visitantes Bárbaros, invaden las instalaciones educativas con un fin en común: El cruce de pensamientos.
El pasado Lunes 18, Fernando Peirone (Coordinador General de los encuentros), abrió la jornada presentando generosamente a quien suscribe y dejando rodar la pelota que llevaría atada al pie durante ciento veinte minutos el invitado de turno, Hugo Lobo. Trompetista de oficio y fundador de la banda de ska Dancing Mood.
Cada frase del músico es risa de alegría, alegría de sentimiento sincero. Como Clifford Brown, sus solos lingüísticos son sencillos y directos, en forma de espiral, desde afuera hacia el centro para después volver al espacio abierto. Busco las riendas del olvido… parece querer decir al mencionar la importancia de las Orquestas de Jazz comandadas por Duke Ellington o Count Basie. Hay menciones a la sensata locura de los creadores que cobra sentido en el deleite popular. El bailongo. La información que adquiere el cuerpo.
Y por ahí entramos, para descubrir el erróneo momento en el que aparecen los fuma pipas del análisis elitista. Y en medio de ese guiso de botones agrios, la intención, es devolverle el carácter original al género, que cobra sentido en la monada que lo cabriolea. Aparece Hugo Lobo, pero con el traje cambiado, haciéndose entidad y liderando el ejército de dopamina que se resume en las palabras Dancing Mood.
Esa ceremonia, reúne dos sólidos argumentos en juego permanentemente: sujeto y predicado. Hugo Lobo y el público.
Gira en ese hueco hermoso de la memoria colectiva una función expresamente didáctica en la conciencia del trompetista. Es ni más ni menos que la devolución y el asentamiento. Un irremediable talón de facturas bajo el brazo que trae al ska como excusa. Desde ese lugar común que todo el mundo cree a pie de juntillas como una fracción más del híbrido-rock, el mensaje es: nada podrá divorciar lo que la música logre soldar. Y en esta convivencia de tensiones que cruzan la historia de un país, aparece Lobo. Oportuno. Dueño de las cualidades que se centran en la compresión absoluta del estilo que trabaja con alma de obrero. Con temple de boxeador. Con códigos de barrio.
En primer lugar, Lobo es poseedor de un conocimiento categórico del Ska y de los aspectos melódicos que se multiplican en un efecto a modo de propulsión. Está claro, encontró la llave que abre las puertas de las almas silenciadas. Hay que saber putear tan apasionadamente desde una melodía… El jazz, el rock, el Ska… ¿a quién le importa? Si en fin, la música no es un terreno válido para las vilezas. Es decir, la independencia y superposición entre el arte y aquel pedazo de realidad que siempre nos humilla, debe considerarse campo sagrado. Aquí no hay juramento hipocrático que valga. Aquí hay una convicción palpable de un instrumento brillante entre sus manos. Un instrumento que suplantaría las carencias de formas humanas (propias y ajenas, vestidas y desvestidas). Y traería un poco de razón a la mente perturbada por el onanismo reinante del rock. Y hasta podría arriesgar la siguiente hipótesis: detrás de esa columna de aire, se despegan nuevos modelos que podrían pisotear la desilusión más profunda de cualquier rockero descreído. Sobre esa base de sensibilidad y conocimiento musical, Hugo Lobo ha borrado ciertas fronteras. Ha aumentado los márgenes de tolerancia. Estéticos. Sociales. Tribales. Humanos. En un ejercicio permanente de la expresión libre, en la permanente búsqueda e intuición de la felicidad por expresión de todo cuando chorrea y pugna por salir.
A ese mazazo reflexivo se refiere cuando dice “flasheo hasta con el pibe que se me acerca y dice; compré un disco de Duke Ellington y toca un tema tuyo”.
Quedó en claro que Count Basie ya no se desternilla en risa y pura indulgencia sobre las nuevas huestes que transitan ese viejo camino asfaltado. En medio no había que recuperar nada porque nada se había perdido. Sencillamente había dormido en estado latente. La pericia, consistía en recuperar el acervo allí donde había sido abandonado, en agitar las aguas para que una nueva oleada permitiera incorporaciones que hasta el momento eran inusuales en Argentina: el Ska, como un nuevo lenguaje común. El cuerpo del jazz necesitaba un latigazo. Y como los cuerpos de quienes lo escuchaban, quizá se tratara nada menos que de readmitir la llamada raíz popular que siempre estuvo al alcance de la mano. Imagino a Carlos Sampayo, en algún lugar del mundo sonriendo, tras una nueva escucha atenta de los 78 rpm.
Las preguntas vienen de las respuestas de Hugo Lobo. Y por la posición de sus ojos en el mundo –que los epitafios me sobreentiendan– pactar por 2 mangos con el mercado discográfico, sería como firmarle los papeles al diablo. Lobo canta las cuarenta y falta envido. Parece decir en tono autorreferencial; la verdad tiene pocos amigos y los pocos amigos que tiene, son suicidas. Y aguante los trapos de la independencia. La cualidad flotante de los náufragos.
¿Qué sería de ellos sin ese menú rebosante de heterodoxia que plantea Dancing Mood?
Vaya a saber…
Ahora, el ska, ese género beligerante y proletario, tomó la Universidad por asalto. Y algunos nuevos fieles, uno a uno, seducidos no tan ingenuamente por esa nueva sonoridad en sus cuadernos, se unen a la procesión.
Concienzudamente, unos y otros, han dejado de mirarse el ombligo desde la estricta fuente de su propia doctrina. Una dosis de realismo y otros ruidos, salpicaron con barro y manuales las medias de ambos equipos. Todos volvimos a la silla eléctrica de primer grado. Creo.
Mientras tanto, Hugo Lobo, camina su universo atemporal que no se nombra y que el día se encargará de deformar seguramente en sus espejos.
A veces, tenemos la sensación de saber que somos un par de ojos mirando la oscuridad.
Aturdidos de silencio.
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