Por Paul Citraro
El verano es tremendo. Mucho mas recordado el del 69, por múltiples sucesos en todos los paños posible(mente) abarcables; relaciones políticas conflictivas, cohetes que paseaban por el espacio sideral, ridículas gafas con grueso marco de carey, y atuendos variopintos que vuelven todo el tiempo. Es decir, tiempos de transición. Cualquiera, que lo haya vivido, debe recordarlo como un año, al decir, un poquito antes del final. La música, tampoco se quedo afuera del evento. Conectó su mejor cross de derecha –al mentón y de lleno-, como para tomar noción que cualquiera, puede ir por la cuenta. La diferencia entre creadores y público, literalmente, desapareció. Los límites de frontera fueron disueltos y todo, todo, parecía estar abandonado por Dios. Y esa pequeña expansión que lograba la música popular, y, fundamentalmente el jazz, comenzaba a estallar y se hacía grande. La renovación de lo instituido –en términos musicales-, cobrara sabor a nuevo, a fresco, a revolución. Todo, estaba cambiando. Pronto, la intensidad de la música, el pulso, los colores comenzaron a mezclarse. Y el jazz-rock, tomaba forma definitiva. Claro, sobre esta relación de tiempos, elementos utilizados, vanguardias vigentes y no tanto; estaban los incomprendidos. Y, en ese proceso de retroalimentación (en un ida y vuelta permanente), estaba Miles Davis.
Davis venía influenciado por el Quinteto del saxonista Julian Cannonball Adderley, con Nat (Adderley) en corneta, Joe Zawinul en piano Fender Rhodes (lo que posibilitaría otros modos de traslados y ejecución), Walter Broker en bajo y Roy McCurdy en batería. El otro responsable influyente de esa revolución venidera que lideraría Miles Davis, fue el baterista Tony Williams con su grupo Lifetime con John McLauglhin en guitarra y Larry Young en órgano. Esos dos grupos capitales en la antesala de la gran ruptura estética (quizá la última importante) eran tanto parte del jazz progresivo como del rock. Desde una perspectiva sonora, los ritmos se hacían más pesados y las orquestaciones más densas. Por un momento, el rock dejó de ser analfabeto y aun así, los auditorios y las salas de conciertos seguín convocando público de manera permanente. ¡Caramba! Hasta adonde hemos llegado hoy…
Vuelta a Davis y a ese Quinteto revolucionario, y al sonido fuerte y a tono con los tiempos y a “Bitches Brew” como álbum capital para el jazz rock. Eran músicos de jazz, pero sonaban y actuaban como una banda de rock. Miles Davis en trompeta, Wayne Shorter en saxofones, Chick Corea en piano, Dave Holland en contrabajo y Jack DeJohnette a los tambores. Aparecía ocasionalmente en la grabación del disco Bennie Maupin (recomendación del baterista) cuyo sonido del clarinete le dio a “Bitches Brew” un sonido único, singular, irrepetible. Miles Davis, escapaba al viejo recetario del bop, o las corrientes de cool jazz o el free. Lograba un nuevo sonido, escribía un nuevo testamento. Y lo sabía. Era consciente que tenía la propia fórmula de la teoría de la relatividad, una bomba atómica, sonora, estética, que no paró de volar cabezas. Acaso, tal vez, solo hubo un impacto equivalente. Se llamó John Coltrane.
Davis venía influenciado por el Quinteto del saxonista Julian Cannonball Adderley, con Nat (Adderley) en corneta, Joe Zawinul en piano Fender Rhodes (lo que posibilitaría otros modos de traslados y ejecución), Walter Broker en bajo y Roy McCurdy en batería. El otro responsable influyente de esa revolución venidera que lideraría Miles Davis, fue el baterista Tony Williams con su grupo Lifetime con John McLauglhin en guitarra y Larry Young en órgano. Esos dos grupos capitales en la antesala de la gran ruptura estética (quizá la última importante) eran tanto parte del jazz progresivo como del rock. Desde una perspectiva sonora, los ritmos se hacían más pesados y las orquestaciones más densas. Por un momento, el rock dejó de ser analfabeto y aun así, los auditorios y las salas de conciertos seguín convocando público de manera permanente. ¡Caramba! Hasta adonde hemos llegado hoy…
Vuelta a Davis y a ese Quinteto revolucionario, y al sonido fuerte y a tono con los tiempos y a “Bitches Brew” como álbum capital para el jazz rock. Eran músicos de jazz, pero sonaban y actuaban como una banda de rock. Miles Davis en trompeta, Wayne Shorter en saxofones, Chick Corea en piano, Dave Holland en contrabajo y Jack DeJohnette a los tambores. Aparecía ocasionalmente en la grabación del disco Bennie Maupin (recomendación del baterista) cuyo sonido del clarinete le dio a “Bitches Brew” un sonido único, singular, irrepetible. Miles Davis, escapaba al viejo recetario del bop, o las corrientes de cool jazz o el free. Lograba un nuevo sonido, escribía un nuevo testamento. Y lo sabía. Era consciente que tenía la propia fórmula de la teoría de la relatividad, una bomba atómica, sonora, estética, que no paró de volar cabezas. Acaso, tal vez, solo hubo un impacto equivalente. Se llamó John Coltrane.
No hay comentarios:
Publicar un comentario