lunes, 30 de junio de 2008

Monólogo Dadaísta 3 - Avant Dadá o las Ideas Panfletarias

Por Paul Citraro
Las palabras en cursiva pertenecen a su panfleto… ¡No al mío! (señalando cartel Avant Dadá)
Y gracias a los agujeros practicados en sus ojos en el Cabaret Voltaire.
Yo, Tristán Tzara, lo había visto todo y mucho más de lo que jamás hubiese querido ver. A medida que pasara el tiempo lo veía una y otra vez…
“El dadaísta es un hombre de realidades que ama el vino, las mujeres y la publicidad”
La gran meta de un dadaísta es disolver los límites del arte. Y luego, sólo quedaría contemplar eso. O cobrar unos “honorarios” por hablar de la leyenda. De aquellos días de Zurich… (¡Yo estaba ahí!) Yo estaba allí…
Esa es la cuestión ¡AVANT DADÁ!

El arte más elevado será aquel que en su contenido consciente presente los miles de problemas del momento, el arte que ha sido visiblemente destrozado por las explosiones la semana pasada, que está siempre intentando recoger sus miembros después del desastre de ayer.
El papá iba a ser el arte, también la explosión, y luego otra, provocada por el hundimiento del arte del ayer. ¿No iba a ver fin para el Dadá? NO IBA A HABER FIN PARA EL DADÁ.
Mientras los dadaístas caminaban por las limpias calles de Zurich. El día después de cada noche de juerga, veían a compradores quitándose la ropa. Oían oficinistas diciendo ¿Arthur Cravan? ¿Tristán Tzara? Nadie aquí con ese nombre figura para cobrar “sus honorarios”.
Y los dadaístas así, excluidos, nos quedábamos en silencio. Nos manteníamos en silencio almacenando nuestras dudas, nuestras risas y nuestra rabia.
A la noche siguiente cuando el mundo derrame su furia y haya dicho, hecho y luego pensado… apareceremos nosotros, con nuestra leyenda de libertad…

¡AVANT DADÁ!
AVANT DADÁ!
AVANT DADÁ
(bajando la voz)

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