Cuenta el guionista y escritor argentino Carlos Sampayo que fue algo así como un ángel caído del cielo en plena caza de brujas de Mc Carthy. Hablaba de Clifford Brown, músico y trompetista de profesión. Pero nosotros, tal como se conoce la historia del jazz, solo tenemos una referencia infalible para corroborarla; los discos. La nuestra es una historia contada en discos, más que en gordas y pesadas enciclopedias. El jazz llega inevitablemente en las primeras grabaciones que puedan poblar nuestra discoteca y no antes. ¡¿Qué es eso de andar diciendo a mí el jazz me encanta sin tener noción concreta de qué se trata?! Al diablo con las apariencias. Sinceramente pienso que el jazz tiene algo de sacrificado. No solo en la construcción compositiva (dejemos eso para los genios que lo hacen), tiene la audición cierta complejidad, tiene riesgo económico en aquello crucial de un tiempo y apenas hoy, un dato para coleccionistas que configuraron un
canon inevitable en la materia; la adquisición de discos importados.
Los discos de Clifford Brown, solo se consiguen en tiendas de discos especializadas, lamentablemente. Existe una analogía posible acerca de ello, tal como su arte, los discos de Clifford Brown, la música, tiene cierto orden de independencia y superposición entre el arte y aquella realidad que siempre nos reduce conscientemente a tamaño jíbaro. Al lado de su arte, somos nada. Quizá por eso la historia del ángel que se cayó, que no es lo mismo que el ángel caído. Porque los ángeles juegan cerca de la protección de toda maldad y el jazz no es un terreno propicio para especulaciones de mal tino. Me temo que es un lugar para comprender. ¿Será Clifford Brown el dueño de un estilo tan consumado en el futuro? Entre todas las suposiciones en voces que opinan, hay que remarcar algo fundamental; decir estilo acerca del modo de tocar de Clifford es un poco inoportuno. Porque el estilo que lo acompañaba era el bop en la reluciente década del 50.
Había otras formas de confundir al estilo, por supuesto. El trompetista Tadd Dameron en su intento de pulir artistas de una generación y sin lograrlo... O el contundente modo de ejecución –dentro del mismo contexto- que Clifford Brown siempre sintió como una oleada expansiva al momento de tocar sin reparar en ancestros ni posibles ni en sucesores. El lirismo musical de Clifford nada tiene que ver con un estilo. Ni siquiera en la posible comparación con Fats Navarro en caso de –ambos- haber vivido al menos una década más. Pero Clifford no es un bopper en el sentido estricto de la palabra. Es un artista puro y original en medio de una corriente escuela, llamada bop. Una corriente tan propia como impersonal que tiene aires de los grandes improvisadores de la era del swing (Lester Young o el mismo Bix Beiderbecke) así como un conocimiento por demás de categórico en el sentido de la melodía. En la versión de “Easy Living” (1953, Blue Note), Clifford expone ese trayecto melódico de forma reconocible y además, se nota el deseo permanente de improvisar sin caer en titubeos o construcciones preestablecidas. Por cierto, aun en esas improvisaciones que se escuchan en tempo “up time”, digno molde contemporáneo del tiempo que corría a velocidad Ciani, nunca pierde el sentido de la armonía ni del modelo melódico. Para los arriesgados conquistadores de este pequeño mundo, creo que es hora de intentarlo. Guardar unas pesetas en el buen intento de hacerle honor a la tradición y sentarse a escuchar (copita de licor en mano) un buen capítulo del género.
canon inevitable en la materia; la adquisición de discos importados.
Los discos de Clifford Brown, solo se consiguen en tiendas de discos especializadas, lamentablemente. Existe una analogía posible acerca de ello, tal como su arte, los discos de Clifford Brown, la música, tiene cierto orden de independencia y superposición entre el arte y aquella realidad que siempre nos reduce conscientemente a tamaño jíbaro. Al lado de su arte, somos nada. Quizá por eso la historia del ángel que se cayó, que no es lo mismo que el ángel caído. Porque los ángeles juegan cerca de la protección de toda maldad y el jazz no es un terreno propicio para especulaciones de mal tino. Me temo que es un lugar para comprender. ¿Será Clifford Brown el dueño de un estilo tan consumado en el futuro? Entre todas las suposiciones en voces que opinan, hay que remarcar algo fundamental; decir estilo acerca del modo de tocar de Clifford es un poco inoportuno. Porque el estilo que lo acompañaba era el bop en la reluciente década del 50.
Había otras formas de confundir al estilo, por supuesto. El trompetista Tadd Dameron en su intento de pulir artistas de una generación y sin lograrlo... O el contundente modo de ejecución –dentro del mismo contexto- que Clifford Brown siempre sintió como una oleada expansiva al momento de tocar sin reparar en ancestros ni posibles ni en sucesores. El lirismo musical de Clifford nada tiene que ver con un estilo. Ni siquiera en la posible comparación con Fats Navarro en caso de –ambos- haber vivido al menos una década más. Pero Clifford no es un bopper en el sentido estricto de la palabra. Es un artista puro y original en medio de una corriente escuela, llamada bop. Una corriente tan propia como impersonal que tiene aires de los grandes improvisadores de la era del swing (Lester Young o el mismo Bix Beiderbecke) así como un conocimiento por demás de categórico en el sentido de la melodía. En la versión de “Easy Living” (1953, Blue Note), Clifford expone ese trayecto melódico de forma reconocible y además, se nota el deseo permanente de improvisar sin caer en titubeos o construcciones preestablecidas. Por cierto, aun en esas improvisaciones que se escuchan en tempo “up time”, digno molde contemporáneo del tiempo que corría a velocidad Ciani, nunca pierde el sentido de la armonía ni del modelo melódico. Para los arriesgados conquistadores de este pequeño mundo, creo que es hora de intentarlo. Guardar unas pesetas en el buen intento de hacerle honor a la tradición y sentarse a escuchar (copita de licor en mano) un buen capítulo del género.
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