miércoles, 25 de junio de 2008

Bob Dylan: El ideario eléctrico.


Dylan es una historia en sí mismo. Una de esas historias que reclamábamos volver a ser contada cuando éramos niños. Hay al menos una docena de buenas biografías y ensayos alrededor de su figura. Es Dylan, y es como el último americano que afronta con honestidad compositiva el desafío de tener ida y vuelta artística en su carrera. Uno de los pocos “american classic” que todavía se pueden vanagloriar de ser artísticamente comprometidos con su obra. Y hacer lo que quiera en cuanto le dé la gana. Podrían aparecer nombres varios en las mentes de los acólitos del estilo (Leonard Cohen, Joni Mitchell o Warren Zevon). Pero Dylan, al parecer, continúa siendo el santo apóstol. Una figura casi mesiánica de la composición, y los otros, a través de él, son como un paisaje de espejitos de la canción folk americana. Por ejemplo, ¿alguien se preguntó porqué Dylan gusta tanto y estalla en idénticos grados de pasión a dementes suicidas, coleccionistas de estampillas, ensayistas lacanianos, histéricos glamorosos, empleados del mes en Mac Burguer y oyentes locos, cínicos y compulsivos? Aparentemente, nadie lo sabe. Algunos dirán; no me gusta escuchar a un tipo que canta como el “Pato Donald” (o uno de sus sobrinos), otros dirán también con buen tino, no entiendo lo que dice y nada me produce. Y ambas formas de mirarlo son tan válidas como las de sus seguidores incondicionales. Dylan, de antemano, debe ser traducido. De no ser así, fuera del mundo anglófono, tampoco tiene demasiada explicación tanto fervor sudamericano. Ahora, cuando repasas esa historia del pequeño hombrecito que como un émulo de J.Salinger no para de escribir y solo publica un puñado de cosas y encontrás la relación entre la electrificación del Folk en Newport en 1965 y entonces “la distorsión” del nombre Bob Dylan, es otra. Y probablemente la mirada también. Ese gesto tan referencial en
la historia de la música popular decía simbólicamente, “me he apropiado de una tradición” y no, “la estoy traicionando”. Pero es lógico, sin ortodoxia, no tendría motivos de existir la heterodoxia. Esto Dylan lo tiene muy claro, por supuesto desde que era un veinteañero. Cada paso, en esa búsqueda obsesiva e incesante de la construcción de la canción testimonial, aparecen las formas más lúcidas posibles para describir el mundo (incluido los excluidos). “Highway Revisited 61” fue grabado en solo 6 días. El nombre del disco, alude a la ruta que va desde la pequeña población en la que el hombrecillo de tradición milenaria -su nombre original es Robert Zimmerman- realiza un viaje hasta llegar al delta del Mississippi. Es un viaje tan longitudinario como lleno de ambición literaria. Lo demás, será cuestión de cada uno, encontrar el modo de acercarse al hombre que ganó y arrasó en cuanta premiación de importancia artística existió, y que sigue siendo nominado al “Nobel” de literatura y que siempre cantó primero y que, aparentemente, ríe siempre último.
Bob Dylan - Highway Revisited 61 – 1965

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