jueves, 26 de junio de 2008

Cantaniño

Por Paul Citraro
A fines del siglo XIX sale a la luz, en Londres, un libro que habla sobre el amor cargado de terror: Drácula. La naturaleza técnica de algunos instrumentos puede ser maravillosa, cuando menos. “El fonógrafo es un aparato maravilloso, pero cruelmente sincero”, dice Mina Harper (1). Aparece en Drácula, en la literatura posiblemente, el primer relato sobre qué significa un grabador. Setenta años después, en la misma ciudad –Londres- circa 1967, Los Beatles graban en cuatro pistas Sgt. Ppper Lonely Hearts Club Band y Magical Mistery Tour. Discos que contenían canciones que iban más allá de lo imaginable en un estado de vigilia. Cuatro hijos de la clase obrera de Liverpool le clavaban los colmillos a la exhausta modernidad a la altura de la yugular, a modo de correlato. Decía cínicamente el compositor de vanguardia Henri Posseur: “nosotros pensábamos que ellos jugaban para nosotros cuando en realidad era al revés, nosotros jugábamos para ellos.” Al igual que la “Cebolla de vidrio” que en algún momento fue hecha canción, la obra de Los Beatles, a partir del Sgt. Pepper se desplegó en múltiples hojas de relaciones contrapuntísticas, funciones armónicas, colores, texturas y un corpus de genialidad creativa viniendo de cuatro músicos que no sabían leer ni escribir música.
Probablemente, en este punto, se construye la historia seria de la música popular. Donde el músico iletrado tiene como aliado perfecto al estudio de grabación y el público deja de serlo y se pone las orejas de oyente, simplemente. Hay una canción, “Strawberry fields forever” –una canción definitivamente lenonniana- responde a un momento de epifanía. En sus capas sonoras –advertencia lograda en estudio- se acerca a la cristalización del tiempo, se transforma en una fotografía movediza. No deja de ser curioso los movimiento de John, Paul, George y Ringo caminando hacia atrás en ese proto-video de promoción –también en lo visual llegan antes que el resto-. Como recordando que hay un origen, un principio de dónde venimos y adónde vamos, y un horizonte que tiende a correrse cada vez. Y caprichosamente vuelve, regresa, nada es real y el mundo se transforma, finalmente en una postal de la infancia. Entre el primer boceto de la canción y el final, se suceden 17 minutos de pruebas. Lennon la canta solo, de principio. McCartney toca en la introducción el mellotron, el bajo, batería, percusión y maracas y Lennon la guitarra. Luego aparecerán las trompetas que vienen cinchadas por McCartney y traducidas por George Martin quien ajustó la velocidad de las cintas a pedido del autor. Ese procedimiento le dio a Lennon una sensación de irrealidad. Mc Cartney propuso conservar un extenso fade-out(2) experimental. Lennon se sintió ultrajado. Ambos volvían a la infancia. Se disgustaban sinceramente sin saber quizá que estababan en lo correcto o por ahí cerca. Años después, algunos ciegos, no paraban de escuchar esta canción. Otros con los ojos bien abiertos, decían en medios de frenéticos riffs, que la canción es siempre la misma.

(1) Mina Harker (heroína de la novela Drácula del escritor irlandés Bram Stoker)

(2) Fade-Out sistema de grabación en la cual sobre el final, se desvanece el volumen.

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