martes, 24 de junio de 2008

Los Shakers "La Conferencia Secreta del Toto´s Bar"


Los amantes de Los Shakers, conocen muy bien la historia. Cualquier “yorugua” o algún argentino con simpatía por la tradición charrúa del termo bajo el brazo, sabe. Sabe, sin grandilocuencias que Los Shakers son un mito de uno y otro lado del Río de La Plata. Otros , tanto más ilusos, opinarán débilmente, acreditando en el mejor de los casos, haber leído y escuchado los discos de Los Beatles y creyendo empañadamente que los efectos de la psicodelia llegaban a Sudamérica también. Primero, los diseños creativos post-era-Beatle de formaciones uruguayas como; Los Shakers, El Kinto –con Rubén Rada y Eduardo Mateo-, Los Mockers, Los Delfines y algunos otros grupos montevideanos que ambientaban la escenografía principal del programa televisivo “Escala Musical”, no estaban ligados a otro condimento que no sea “un amargo” o, en el peor de los casos, un batón multicolor de alguna tía media loca y estrafalaria. Pero, principalmente, estableciéndose en los pocos registros sonoros de 45 rpm que llegaban a lento tránsito a las costas uruguayas. Una realidad simple y contundente. Esa pléyade de músicos que interpretaban con modelos de imagen y semejanzas a Los Beatles en su mayoría, la lideraron, sin discusiones, el cuarteto Los Shakers. Dos. Dos son los hermanos increíblemente dotados de musicalidad y negritud (la dicha oscura de; Rubén Rada, Lobo Núñez, Jimmy Santos, Yamandú Perez); los Fattoruso –Osvaldo y Hugo, esencialmente-, juntos a Roberto “Pelín” Capobianco y Carlos “Caio” Vila. Fueron, sin más, “la entronización” de los músicos que ejecutaban ese estilo de tiempos regulares o sencillamente los protagonistas de la música beat. Haciendo una pequeña salvedad, los Fattoruso, desde el 64/65, eran mejores músicos que la dupla Lennon-McCartney. Por un lado, Los Beatles, eran mucho más avanzados que cualquiera de sus competidores posibles, aunque como lo demostraría el disco “Abbey Road”, el límite de ese avance era el límite propio del género canción pop. Si bien, todos los grupos orientales venían de esa influencia primigenia, Los Shakers, y los Fattoruso, demostraban que sus virtudes musicales iban por encima del resto. Y aquí, es cuando aparece esa corriente de excelentes grupos como Los Delfines que no tenían el modelo de preparación de las Escuelas de Artes inglesas pero aun así, se las arreglaban para estar a la altura de y sonar como The Kinks de Ray y Dave Davis y The Animals con Eric Burdon a la cabeza. O la influencia de Los Moody Blues como uno de los precursores del movimiento sinfónico que, “a posteriori”, tendría bases en el grupo Procol Harum, los dueños absolutos del gesto “bachiano” en la recordada introducción de órgano de “A Whiter Shade of Pale”/traducida como “Con su Blanca Palidez”. De regreso, Shakers. Solo editaron cuatro discos. Tres, en rigor de la primer época que desató por estas latitudes, lógicamente, la “shakermanía”. El tercer álbum, “La conferencia secreta del Toto´s bar”, definitivamente influenciado por el Sargento Pepper de Los Beatles, es una obra que “en concepto territorial” es de similar concepción artística a la de los ingleses. Tanto en la escritura para solista en la utilización de la “trompeta piccolo” en la canción de apertura a la modalidad de “Penny Lane” o, por qué no el uso del corno francés en “For No One”. En cambio “Oh, mi amigo” aparece con una influencia tanto más cercana de base en contrabajo y solo de guitarra como primera voz, seguramente escuchada en “You´re Gonna Lose That Girl” en el álbum Help. Si Mc Cartney en la concreción del Sargento Pepper se brotaba inspirado y poseído buscando vanguardias e información musical en Karlheinz Stockhausen y Luciano Berio, Hugo Fattoruso tenía las propias al demostrar que podía tocar Thelonius Monk y arreglar a la par de la incipiente figura no menos talentosa del músico argentino Jorge Calandrelli. Por eso es, Los Shakers, “en potencia”, fueron mucho más que Los Beatles. Desde el vamos, con una caligrafía perfecta en la composición rítmica, armónica y letrística en idioma original –componían en inglés-. Acortando no solo las posibles distancias entre Londres y Montevideo, también la iconografía del pop anglosajón. Con aires de baladas urbanas y “ruidismos piazzolleanos” (la singular pulsación de las cuerdas del violín) en “Mas largo que el ciruela”, la tradición tap y la inclusión de bandoneones y acordeones como un movimiento de riesgo impensado para el rock que luego adoptaría Almendra. En cambio, “Mi Tía Clementina” está muy cercana tradición europea con la incorporación de la tradición escrita –mal denominada música clásica- en el trato de las cuerdas del cello, tan cercana a la intención de “Eleanor Rigby”, pero en este caso, junto al acordeón recrea una polca europea, pero sin ese manual de consulta inmediata llamado George Martin.
Y el gran tesoro sudamericano, es, el primer “candombe-beat” de la historia. Una composición auténticamente adelantada, una canción que se llama, precisamente sin ninguna ínfula: “Candombe”. Entrado los 70, Los Fattoruso se radicaron en Estados Unidos junto al percusionista brasileño Airto Moreira, el bajista Ringo Thielmann y Rubén Rada en voz y redondeaban con “Opa” los contornos del candombe-jazz-beat. Mientras Mc Cartney sujeto a las bragas de su mujer, Linda, formaban la bandita pop “Wings”. A Paul le fue mejor, claro. Copaban el mercado americano. Hugo y cía. se conformaron apenas con descabezar la escena jazzística norteamericana –una de las más potentes del siglo XX-. De paso, cualquiera que vaya a Montevideo y lo reconozca caminando por las calles, puede gritar tranquilo ¡Tá vo Fatto! Será devuelto con un brazo en alto y una sonrisa. Simple y contundente. Bien uruguayo.

Los Shakers - La Conferencia secreta del Toto´s bar – 1968

No hay comentarios: